Costa Rica y el “club de los países de las mejores prácticas”
Alexander Mora | Ministro de Comercio Exterior | boletinclic@camtic.org
Costa Rica es aceptada en el “club de los países de las mejores prácticas”.
Posiblemente así se leerá el titular en algunos periódicos, el día para el cual hemos venido trabajando ya por más de cuatro años, el día en que se dé el dictamen favorable por parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para que nuestro país sea considerado miembro.
Sí, nos interesa entrar en este “club de los países de las mejores prácticas”, no sólo porque aspiramos a ser una nación mucho más exitosa, si bien ya lo somos en muchos aspectos; sino porque esta organización reúne las mejores prácticas en políticas públicas en los diferentes aspectos claves para el desarrollo de todo pueblo.
Un ecosistema para la innovación
De acuerdo con el organismo en cita (OCDE, 2004 en Lee et al, 2015), la innovación en tecnologías de información y desarrollo (TIC) es reconocida como uno de los motores principales de la competitividad de un país, al contribuir al incremento en la productividad y el desarrollo económico.
La revisión de la Política de Innovación realizada por este organismo para Costa Rica, en el marco del proceso de adhesión del país a éste, señaló entre otras, la oportunidad que tenemos en consolidar industrias intensivas en conocimiento (tales como la de software) y servicios offshore, participando en cadenas globales de valor.
Estas industrias intensivas en conocimiento se alimentan de la innovación, de la generación de nuevos conocimientos y su aplicación. ¿Qué alimenta, a su vez, a estos últimos? La diversidad y un flujo continuo de información, de personas, de conocimientos, de técnicas y tecnologías, de ideas, entre los diferentes actores del ecosistema en el cual se produce o puede generar la innovación.
Hablamos de ecosistemas, específicamente de ecosistemas productivos, como un concepto prestado desde la biología. En ella, un ecosistema se define como una comunidad de organismos vivos y elementos no vivientes del medio ambiente que interactúan como un sistema. Es este concepto el que aplicamos al sector productivo.
Pensemos en las empresas como esos organismos vivos que nacen, crecen y se desarrollan dentro de un ecosistema en el cual interactúan con otros organismos, llámense otras empresas, instituciones públicas, instituciones académicas, sociedad civil, y con otros elementos del medio en el cual se desenvuelven, en este caso, podrían ser elementos como la infraestructura física y tecnológica.
En un ecosistema biológico, los componentes vivos y no vivientes están ligados e interactúan a través de ciclos de nutrientes y flujos de energía, es esta red de interacciones entre los organismos y componentes la que define el ecosistema. La innovación es uno de estos flujos de energía producida a partir de los nutrientes ya mencionados (libre y constante intercambio de conocimientos, ideas, personal, tecnología), un flujo que mantiene vivo y hace crecer todo ecosistema productivo.
Invariablemente, los ecosistemas son entidades dinámicas, en constante evolución, en proceso de recuperación, de adaptarse ante afectaciones o perturbaciones (pueden ser positivas o negativas).
El engranaje de la triple hélice
Y es que, el dinamismo en estos ecosistemas productivos es aportado precisamente por el Modelo de la Triple Hélice. Este modelo, es un triunvirato definido por la interacción de tres macro sectores: el académico, el público y el privado.
El sector privado aporta la conformación de las cadenas de producción y es el que absorbe, consume los cambios tecnológicos. Por su lado, el sector público o estatal aporta el marco jurídico, las condiciones base o reglas del juego bajo las cuales se desarrollan los ecosistemas. La academia, además de contribuir con el talento humano, juega un rol fundamental al ser el macro sector capaz de introducir cambios tecnológicos (a través de investigación científica e innovación) que podrían cambiar la vocación productiva de una región, potenciando las cadenas de valor, constituyéndose así en un disparador del desarrollo.
Numerosos estudios han comprobado la relación positiva entre este mecanismo y el progreso económico de los países. Uno de los principales estudiosos en la materia, Henry Etzkowitz, señala este modelo, esta interacción, como una estrategia de desarrollo auto sustentable que le permite a los países alcanzar un desarrollo endógeno al potenciar las capacidades intelectuales domésticas y apoyar la institucionalidad científica, utilizando la apertura comercial como un facilitador de la difusión de la tecnología y disparador de la innovación en TIC (Lee,S., 2015).
Precisamente es un desarrollo endógeno, el que buscamos potenciar a través de los ecosistemas productivos y el mecanismo de la triple hélice. Capitalizar las fortalezas y oportunidades que Costa Rica tiene, para lograr un crecimiento inclusivo, que alcance a todos los sectores de la población y a todas las regiones del país.
Existe claridad y consenso en los componentes claves para fomentar la innovación: inversión en educación, en investigación y desarrollo aplicadas, en investigación científica, apertura al comercio internacional (acceso a tecnologías de avanzada y tendencias globales), cobertura nacional de banda ancha (de especial importancia para la innovación en TIC). Así como en que es la diversidad de fuentes de investigación y generación de conocimientos la que efectivamente propicia la innovación productiva, lo cual pasa por una cercana relación entre la industria, la academia y el sector público.
En un modelo de triple hélice no hay distinción clara entre los productores, generadores de conocimiento y los usuarios de este conocimiento; sino más bien un compartir, un flujo constante de personal, conocimiento y productos entre los tres macro sectores que constituyen las tres hélices que lleva a una fertilización cruzada de ideas, información y conocimiento (Etzkowitz y Dzisah en Choi, S. 2014).
¿Cómo lograr un funcionamiento fluido de este engranaje en nuestro caso?
El aceite
El año 1980 marco para Estados Unidos un punto de inflexión en su propio modelo de Triple Hélice. En este año, el Congreso aprobó la Ley Bayh-Dole la cual permitió que las universidades pudieran obtener ingresos de la investigación conducida en ellas.
En nuestro país ese es el aceite que requerimos para echar a andar el engranaje de la Triple Hélice costarricense. Me refiero a un mecanismo de incentivos autónomos, en el cual todos los sectores se vean beneficiados de su participación en un proceso de investigación científica y desarrollo que resulte en productos, procesos y servicios innovadores.
Las universidades en Estados Unidos lo han entendido a la perfección: invertir en la calidad de su educación les permite tener a los mejores profesionales, quienes a su vez se convierten en los mejores investigadores, los que le generan mayores réditos a la universidad en forma de patentes y licencias, recursos que son reinvertidos en investigación, asegurando la calidad de la enseñanza en la institución.
Señores en universidades privadas: destinar recursos a la investigación no es un gasto, es una inversión, la mejor apuesta que puede hacer su universidad. Señores en universidades públicas, necesitamos un mecanismo en el que los investigadores estén motivados a patentar, a licenciar los resultados de sus investigaciones, en el que ellos reciban una parte de estos réditos y la universidad otra que pueda ser reinvertida en perpetuar el ciclo.
Señores empresarios, basta con ver los mayores ejemplos de innovación desde la academia convertidos en los gigantes tecnológicos mundiales (Google, Amazon, HP, por mencionar algunos) para reconocer que involucrarse con la academia es una apuesta segura. Esto requiere su disposición a compartir su conocimiento, a crear e innovar en conjunto, asegurando una ganancia para ambos, no sólo para su empresa. Se trata en última instancia de construir una relación ganar-ganar entre las partes.
La tercera hélice, el Gobierno, es quien, como en el caso estadounidense, debe brindar ese marco jurídico que facilite esta relación mutuamente beneficiosa. Facilitar los procesos para la protección de la propiedad intelectual y los mecanismos para lucrar a partir de su generación es la contribución necesaria de parte del Estado.
Aún está pendiente la revisión por parte de la OCDE, de nuestra política de propiedad intelectual. Confiamos en que con las recomendaciones que de ella se deriven, junto con las hechas en el ámbito de innovación, podamos construir una hoja de ruta para lograr aceitar el motor de nuestra triple hélice.
Referencias
Choi, S., Yang, J. S., & Park, H. W. (2015). Quantifying the Triple Helix relationship in scientific research: statistical analyses on the dividing pattern between developed and developing countries. Quality & Quantity, 49(4), 1381-1396.
Lee, S., Nam, Y., Lee, S., & Son, H. (2016). Determinants of ICT innovations: A cross-country empirical study. Technological Forecasting and Social Change, 110, 71-77.
OCDE (2017), OECD Reviews of Innovation Policy: Costa Rica 2017, OECD Publishing, Paris.
IMPORTANTE: Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las de los autores y no necesariamente representan la opinión de la Cámara de Tecnologías de Información y Comunicación (CAMTIC) o sus afiliados.
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