El emprendimiento social y el desaprovechamiento de las capacidades universitarias
Alfredo Sfeir | Fundador y CEO Shellcatch | boletinclic@camtic.org
Los problemas medioambientales y económicos no se resuelven con las herramientas tradicionales proporcionadas por el sector público, privado y social. Esto lo tienen muy claro los emprendedores sociales, los que tienen que generar modelos de negocios que de alguna manera apalanquen la fuerza del mercado y los recursos públicos para generar el mayor impacto posible.
Los que están fuera del emprendimiento social no visualizan la cantidad de “pantanos” que existen en el proceso de generar una empresa que logre verdadero impacto. Estos pantanos incluyen:
- Falta de acceso a capital: a uno nadie le cree cuando apenas inicia la puesta en marcha del emprendimiento y los inversionistas de impacto están solicitando ver resultados, y esos resultados son muy costosos de obtener al inicio.
- Mucho énfasis en el producto y no en la escalabilidad de la solución: muchas iniciativas tienen que salir con un producto que logre probar rápidamente su efectividad. En el 99% de los casos se requiere más de un pivoteo único (cambio o adaptación al servicio/producto) para lograr llegar a validar un modelo de negocios viable.
- La incapacidad de generar y financiar un equipo que logre resultados: todos saben que el equipo es lo más importante, no obstante lograr generar un grupo talentoso con estructura organizacional es otra variable de altísima complejidad.
Dependiendo del producto y generalizando grotescamente, siempre se requiere un actor tecnológico incondicional con altas capacidades en tecnologías de la información, además, un comunicador que pueda contactar a distintos estratos de la sociedad y finalmente acceso a asesores/mentores que ayuden a bajar los costos dados por la toma de malas decisiones en el camino.
Las organizaciones que más han tenido éxito en generar la tierra fértil que catalice estos emprendimientos son las que son capaces de reunir a los inversionistas de impacto, corporaciones con departamentos de responsabilidad social, microfinanzas y las sub aprovechadas universidades locales.
Algunos ejemplos incluyen las fundaciones globales Endeavor y Ashoka. Estas organizaciones visionarias se percataron que las fronteras entre las empresas sin fines de lucro, las empresas y los gobiernos, se han diluido y ampliado hacia fines sociales. Hoy esta convergencia se hace muy evidente a medida que empresas con fines de lucro han incorporado temas sociales y medioambientales en sus proyectos mientras las sin fines de lucro usan estrategias de mercado para llegar a sus objetivos.
A pesar que se reconoce que los emprendedores sociales son un vehículo para generar cambios “disruptivos” en nuestra sociedad, éstos aun no encajan en los moldes institucionales tradicionales.
Emprendimientos sociales requieren urgentemente de ecosistemas de apoyo proporcionados por la colaboración entre sectores privados y públicos para brindar el capital, apoyo técnico, asesoría legal y el talento que se requiere. Incluso en las economías más desarrolladas estos ecosistemas siguen totalmente fragmentados.
La generación de ecosistemas para facilitar el emprendimiento social trae una gran oportunidad para acelerar el crecimiento sustentable del que todos están hablando. Hay miles de emprendedores sociales motivados, cientos de miles de consumidores interesados en participar y millones de dólares para invertir en estas iniciativas.
Con la proliferación de herramientas informáticas móviles, estas iniciativas tienen el potencial de multiplicar su impacto. A pesar de que ningún cambio se logra de la noche a la mañana, ya se están viendo resultados donde se logra generar la participación de poblaciones marginales, mejoras en sustentabilidad medioambiental y la reducción en costos al gobierno.
Con una masa crítica importante de fomento a los startups, Chile está empezando a lograr éxitos y casos de éxito que se internacionalizan y que comienzan a lograr cambios sociales. Lo más importante del ejemplo de Chile es que no importando el tamaño del país, todos pueden empezar a trabajar juntos para generar el ecosistema necesario para impulsar la transformación de la sociedad y la solución de problemas que tanto nos aquejan.
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