INBio: innovación y liderazgo en el uso de la informática para conservar la biodiversidad
Erick Mata Montero | Informático | boletinclic@camtic.org
“Trabajar en el INBio va a ser como sacar otro doctorado Erick”, me advirtió premonitoriamente Dan Janzen, distinguido ecólogo estadounidense y uno de los fundadores de INBio, cuando me entrevistó como candidato para implementar en el instituto un programa pionero de Informática para la Conservación de la Biodiversidad (ICB) en 1995.
Todo era parte del proceso de consolidar la joven institución como centro de excelencia en conservación de la biodiversidad, sin complejos tercermundistas y desarrollando inventarios de la biodiversidad como nadie lo estaba haciendo en el mundo: usando tecnologías informáticas y generando y divulgando gratuitamente y en formato digital el 100% de la información del inventario.
Un centro de investigación científica y tecnológica de prestigio a nivel mundial debe tener ciertas características básicas: generar nuevo conocimiento y divulgarlo en revistas y foros de alto nivel, contar con una red de colaboradores de los mejores centros de investigación del mundo en su tema de especialidad, tener una clara visión y adherirse a ella, participar como líder en iniciativas nacionales, regionales y mundiales, y ser innovador. Como resultado natural, los premios y otras formas de respeto y reconocimiento vendrán, muy posiblemente salpicados de crítica si, en aspectos de innovación, ese centro de investigación se atreve ser pionero desarrollando sinergias entre áreas del conocimiento y con actores que antes no se relacionaban.
Todos los centros de investigación de países desarrollados se plantean cotidianamente los retos anteriormente descritos para lograr sus objetivos y saben que no es fácil. Sin embargo, para nosotros los ticos, que se supone que estamos en una transición hacia una economía basada en el conocimiento, la pregunta importante es si será posible implementar en nuestro país centros con esas características. En su debido momento países entonces en vías de desarrollo como Singapur, Corea del Sur, y China demostraron que sí se puede, pero debe ser parte de un esfuerzo de todo el país, con el debido respaldo político y financiero de gobiernos que ven más allá de los ciclos electorales.
Lo interesante es que en Costa Rica hemos demostrado que sí se puede, no porque tenemos planes para lograrlo, sino porque durante 25 años ha habido al menos un centro de investigación que lo ha hecho, en varias áreas del conocimiento, compitiendo de tú a tú por fondos internacionales (cuando los ha habido) con muchos otros centros de investigación de países ricos y sin costarle un céntimo al Estado.
Como informático quiero destacar la ICB como una de esas áreas del conocimiento en que Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) se ha posicionado como centro de investigación y ha posicionado al país como pionero, líder e innovador. La ICB es un área interdisciplinaria relativamente nueva en la que biólogos, tomadores de decisiones, educadores, y por supuesto informáticos usan las tecnologías de información y comunicación para capturar, administrar, sintetizar y divulgar información sobre la biodiversidad. INBio ha sido reconocido internacionalmente como parte del “big bang” de la ICB, conjuntamente con ERIN en Australia y la CONABIO en México al inicio de los años 90.
Personalmente, durante 15 años me tocó visitar más de 25 países en cinco continentes para presentar lo que estábamos haciendo en el INBio como líderes de procesos con nuestros socios gubernamentales y privados en ICB. INBio nunca pagó por esos viajes. Los anfitriones gustosamente lo hacían para tratar de entender lo que nos planteamos al inicio de este artículo y en particular, cómo lo hacía el INBio sin recibir un céntimo del Estado. Invitaban y siguen invitando al INBio a compartir el know-how generado como centro de investigación de prestigio a nivel mundial.
Las iniciativas mundiales más prestigiosas en ICB, por ejemplo, la Global Biodiversity Information Facility (GBIF, con sede en Dinamarca), la Enciclopedia de la Vida (EOL, liderada por el Instituto Smithsoniano en Washington DC), y la Biodiversity Heritage Library (consorcio mundial liderado por el Jardín Botánico de Missouri) han tenido al INBio a veces como miembro fundador y siempre como miembro activo, a nivel político, técnico y científico. Las dos primeras son escalamientos globales de lo que INBio ya hacía diez años antes a nivel de país. Así que INBio fue invitado como miembro fundador.
Como costarricense y profesor de una universidad pública me da mucho orgullo compartir algo que revela parcialmente la huella que ha dejado el país y el INBio en estas iniciativas globales. Egresados de nuestras universidades públicas han pasado por el INBio y luego han trabajado o trabajan aún en estas iniciativas tan prestigiosas. Por ejemplo, William Ulate, egresado de la UCR y el TEC es actualmente el Director Técnico de BHL, es decir, el líder del equipo informático; José Miguel Cuadra, egresado del TEC, estuvo más de 6 años como desarrollador de software en GBIF; y Manuel Vargas, egresado de la UCR, es el subdirector del comité de nodos de GBIF.
Como centro de investigación científico y tecnológico a nivel mundial, INBio ha contado con una red de colaboradores científicos e informáticos de lujo, quienes a cambio de acceder a las colecciones biológicas y a los sistemas de información desarrollados antes de que GBIF, EOL y BHL iniciaran sus trabajos, brindan sus servicios de identificación, clasificación y descripción de especies y enriquecen el acervo de conocimiento biológico de Costa Rica. Más de trescientos científicos de lugares como el Museo de Historia Natural de Londres, el Jardín Botánico de Missouri, el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano, y la Academia China de Ciencias, entre mucho otros, visitan regularmente el INBio y contribuyen a que todos los costarricenses y el mundo conozcamos mejor la diversidad biológica, aprendamos a usarla sosteniblemente y como resultado la salvemos.
Dije al inicio de este artículo que tener una clara visión y adherirse a ella es fundamental en un centro de investigación de calidad mundial. En 1989, Rodrigo Gámez acompañado de colegas académicos como Gabriel Macaya, Alfio Piva, Pedro León, Dan Jansen y otros quijotescos científicos costarricenses tuvieron esa visión. Seis años después, don Rodrigo me invitó a establecer en INBio el segundo programa en ICB a nivel mundial, sin separarme de mis labores docentes, de investigación y de colaboración con el TEC y con el reto de innovar mediante el uso de la informática. Luego el Instituto Smithsonian me invitó a compartir ese conocimiento y experiencia en la Enciclopedia a de la Vida como su Director Ejecutivo, y ahora colaboro desde la Escuela de Computación del TEC para mantener el posicionamiento del país y del INBio en la ICB mundialmente.
La visión de don Rodrigo fue la indispensable inspiración para mi trabajo, el de los funcionarios del INBio y de las delegaciones de más de 110 países distintos que han visitado el Instituto para tratar de adaptar la experiencia a sus países.
Lamentablemente, todas las organizaciones conservacionistas del mundo han sufrido recientemente el fuerte embate de las crisis financieras mundiales y el decreciente desinterés en financiar centros de investigación como museos y herbarios que llevan a cabo labores similares al INBio, aún en países ricos. Esto ha afectado sensiblemente al INBio que hoy se encuentra en una encrucijada financiera muy difícil.
Gracias don Rodrigo, por demostrar que sí se puede en Costa Rica implementar un centro de investigación de prestigio mundial, por demostrarlo contra vientos y mareas ideológicas y políticas por más de 25 años, por señalar las falencias que como “economía basada en conocimiento” tenemos en el país para lograr que un centro de investigación como INBio sea más sostenible, y por la oportunidad que hemos tenido tantos costarricenses que hemos pasado por INBio de trabajar y aprender en un centro de tales características sin tener que dejar el país. En lo personal, Dan Janzen se quedó corto describiendo los retos, aprendizajes, e impacto personal y profesional que en mí tendría “este segundo doctorado”.
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